Antonio Gamoneda
Saludo afectuosamente a las dignísimas
autoridades civiles y académicas, con mención llena de gratitud de las
que son regidoras de esta noble y tricentenaria Institución, y a
vosotros, queridos y admirados compañeros en la distinción que nos
congrega, y a todos ustedes, señoras, señores, amigas y amigos:
Toda significación cervantina es significación de nuestro amor y nuestro respeto a la persona y la obra de don Miguel de Cervantes.
Don Miguel fue un español genial, tristemente viviente en una España
polarizada en el poder económico, fuese éste monárquico, eclesial o
feudal, y en la pobreza, propietaria ésta tan solo de la indefensión, el
analfabetismo y el hambre.
Algo, poco, he dicho ya de la persona. Voy a decir también de la obra. Sin rehuir el tópico. Y voy a auxiliarme citando a Nazim Hitmet, el gran poeta tueco del pasado siglo. Decía Nazim en unos versos de su poema “Don Quijote”:
“El caballero de la Eterna Juventud /
obedeció, hacia la cincuentena, / a la verdad que latía en su corazón. /
Partió una bella mañana de julio/ para conquistar lo bello, lo
verdadero y lo justo. / Delante de él estaba el mundo/ con sus gigantes
abyectos, / y bajo él, Rocinante, / triste y heroico. / Yo sé/ que una
vez que se cae esta pasión/ y se tiene un corazón de un peso respetable,
/ no hay nada que hacer, Don Quijote, / nada que hacer: / hay que
luchar con los molinos de viento.”
Está claro: los molinos son gigantes, los
gigantes son poderosos, su ejercicio es la maldad, y el Caballero de la
Eterna Juventud, el abatido, debe comprender y comprende, que su
infortunada verdad sigue consistiendo en la causa necesaria de luchar
contra esa maldad.
En Don Quijote, en su bella locura, hay
un trasunto, una creación autorreferente de Cervantes. Incluso en el
caso de que fuese inconscientemente activada, es una proyección de su
vida. Don Miguel, para vivir, tenía que ofrecerse a la muerte; vender su
sangre en el mercado de las batallas originadas por el enfrentamiento
de intereses entre los poderosos.
Los escritores amamos la paz. Y
todos ustedes. Pues bien, históricamente ahora mismo, ante el dolor
español y planetario de una pobreza que comporta hambre, enfermedad y
muerte, nuestro lenguaje (naturalmente, no hablo solo de la escritura
poemática), ha de ser poética y moralmente subversivo. Y nuestra
conducta. El sufrimiento de causa social es nuestro sufrimiento
y penetra nuestra conciencia, que creación literaria que no lleve
consigo conciencia no es creación.
Incruentos como Don Quijote,
numantinamente resistentes, pacíficamente revolucionarios, queridos
escritores cervantinos todos: “hay que luchar contra los molinos de
viento”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario